La mente siempre vive en el tiempo. Portal Holistic
Swami Satyânanda Saraswatî
La mente siempre vive en el tiempo
Tomamos un te y compartimos mágicos momentos con Swami Satyananda Saraswati, autor del libro “El Hinduismo” y guía del Grupo Advaitavidya en Cataluña
7 de diciembre de 2015
Me encuentro con Swami Satyânanda Saraswatî para charlar un rato y tomar un te. Mientras me dirijo a la cita, voy pensando en todo lo que quiero preguntarle y me siento un poco nerviosa por su condición de monje y su largo bagaje espiritual. Yo que con gran trabajo consigo corregir parte de mis errores (mientras me van apareciendo de nuevos), estoy a punto de conocer a alguien que ha pasado tiempo profundizando en el conocimiento de quién es en realidad, y siento mucho respeto por el encuentro.
Pero Swami Satyânanda Saraswatî me habla pacientemente, sin juicios y con total humildad sobre el autoengaño que vivimos las personas. Y acabo embrujada por la conversación, el tono, el mensaje… Puede ser la luminosidad, la transparencia y la energía de Swami Satyânanda Saraswatî; puede ser la presencia en si mismo (que se puede sentir), o el conocimiento de quién es en realidad; el caso es que todo junto hace que sus palabras suenen a sabiduría. La sabiduría de alguien que ha vivido y ha podido transcender este autoengaño para llegar a ser quién es ahora: un ser que es.
En la actualidad dirige retiros, meditaciones y grupos de estudio y práctica de la tradición hindú en Cataluña y otras partes del mundo. Es autor del libro “El Hinduismo” donde expone la esencia de la cosmovisión y la tradición hindú.
Las palabras de Swami Satyânanda Saraswatî son un regalo. Ojala os encanten tanto como a mi.
¿Qué es un Swami?
Swami es una expresión que muestra respeto. La palabra a menudo connota un monje, alguien que se dedica a la contemplación y la búsqueda interior.
También significa “Señor de si mismo”, “Rey de si mismo”, ¿verdad?
Es uno de los significados, sí. “Señor de si mismo” no quiere decir señor del personaje que creemos ser (cuerpo, mente, intelecto…) sino que es alguien que ha reconocido Aquello que es anterior al personaje temporal.
Se puede ser Señor de si mismo
cuando el yo limitado deja de tener importancia
¿Y que es anterior al personaje?
La Realidad siempre presente en todo.
¿Se puede llegar a ser Señor de si mismo?
Se puede ser Señor de si mismo cuando el yo limitado deja de tener importancia. Así, de forma natural te estableces en la conciencia libre siempre presente en nosotros.
Pero parece complicado en un mundo con leyes, estados… ser Señor de si mismo.
Hablamos de un reconocimiento individual. De alguien que ha logrado la libertad interior. Alguien que en la peor situación o estando preso sería absolutamente libre. Es reconocer en uno mismo Aquello que es trascendente y siempre libre.
¿Y en qué momento de tu vida sientes la necesidad de profundizar en esta libertad?
Creo que desde pequeño. Mi adolescencia fue bastante movida. Me veía en un mundo sin sentido, rodeado de personas que eran productoras y consumidoras. Algunos decían que triunfaban porque se enriquecían y otros fracasaban porque no tenían tanto. Me parecía un mundo absolutamente absurdo. Hasta que un día leí el Bhagavad Gita, un texto fundamental del hinduismo. Su enseñanza sobre nuestra esencia, que no muere ni nace, que no está afectada por el cambio y es siempre libre, me impactó mucho. Por primera vez, a los quince años de vida, leía algo que tenía sentido de verdad. Al cabo de poco empecé a meditar, a hacer yoga, me hice vegetariano, y a los veinte años fui hacia la India.
¿Qué era lo que sentías para querer hacer todo esto?
Sentía que quería crecer y profundizar. Sentía que necesitaba un maestro. Entraba en espacios de meditación muy amplios y notaba que me hacía falta una guía. Estábamos en la España del año 76, había pocos libros de esta temática, y no conocía a otras personas con un conocimiento profundo de este camino.
El corazón te guiaba hacia la India…
Sí. El corazón y un fuerte sentimiento que me decía que tenía que ir hacia Oriente, y la India me resonaba. El viaje, por tierra, fue muy enriquecedor. Era la época en qué muchos hippies iban y venían. El viaje fue precioso: cruzar Turquía, Irán y Afganistán con aquellas ciudades tan especiales como Herat y Kandahar… Conocí a gente muy interesante y lugares de mucha paz y belleza. Al llegar a la India me sentí como si hubiera vuelto a casa.
¿Y como tenemos que empezar a escucharnos para ver hacia donde tenemos que ir?
Con menos querer, menos lograr cosas. Sé. Ahora y aquí, sé. Observa. Siempre queremos lograr, y Aquello que somos, ya lo somos. A la mente le es más fácil conseguir algo en el tiempo y decir: “dentro de unos años conseguiré esto”, que darse cuenta de lo que ya somos ahora y aquí. La mente siempre vive en el tiempo. Entonces, para percibir esta experiencia inmediata de reconocimiento, hay que dejar el tiempo, dejar la mente.
Sé. Ahora y aquí, sé. Observa.
Siempre queremos lograr,
y Aquello que somos, ya lo somos
¿Y cómo dejo el tiempo y la mente?
Tomando conciencia de Aquello que es anterior a la mente, Aquello que sabe que la mente está contenta, triste, angustiada o llena de joya. Aquello que no cambia nunca. Darnos cuenta que ya somos Esto. Es ir más allá de la dualidad y reconocer nuestra esencia. Es muy sutil. Cuando queremos lograr demasiadas cosas, no funciona. Porque hay un ego que se refuerza. Es la observación tranquila, amorosa y a la vez intensa de lo que ya somos. Observar.
Observar, ¿qué?
Observar que entre pensamiento y pensamiento hay un instante de total vacío y total plenitud; de carencia de sentido del “yo”. Observar y adentrarnos en este instante. ¿Quién soy yo en este instante? Si lo podemos percibir y entrar en este espacio, encontraremos un silencio inmenso, una infinitud a la que nos tenemos que ir acostumbrando. Esta es la puerta hacia lo que somos.
Pero, en esta mesa ahora mismo, ¿quién somos?
En nosotros hay una parte manifestada, “el personaje”, Cristina, Satyananda… Esta parte de nosotros que actúa, habla, comprende, disfruta, sufre, vive y muere. Pero, a la vez, en nosotros hay algo absolutamente trascendente, siempre presente, siempre completa. Aquel quien reconoce estos dos aspectos en un mismo es una persona completa. Si vivimos sólo con la parte más externa, cuando alguna situación no sucede como esperábamos, nos sentimos mal y sufrimos. Pero si somos conscientes de nuestra plenitud interior, todo lo que pasa afuera lo vivimos con cierta distancia. Como un espectáculo, un juego, un baile…
Y una persona que se levanta a las siete de la mañana, viste a los niños, prepara almuerzos, paga su hipoteca, trabaja, etc… ¿por donde empieza?
Por no empezar nada. Sólo le basta darse cuenta de lo que ya es. En medio de la actividad diaria, hay que encontrar pequeños instantes de quietud, cortos momentos de silencio, aunque sean diez minutos. Sentarse y no hacer nada, sin querer llegar a ninguna parte. Simplemente observar lo que somos. Si podemos, observar el espacio más allá del pensamiento, reconocer que dentro de nuestro interior hay un silencio que es constante. Tomar conciencia, delicadamente.
…si somos conscientes de nuestra plenitud interior, todo lo que pasa afuera lo vivimos con cierta distancia. Como un espectáculo, un juego, un baile…
Suena tan bien y complicado a la vez…
Hay una historia muy bonita. El sabio Nárada le pidió a Vishnu: “Oh Señor, ¿quién es tu devoto más cercano?- Y Vishnu le respondió: “Ve a este pueblecito de la tierra y observa. Hay un anciano en tal casa. Este es mi devoto más relevante”.- Nárada bajó a la tierra, se dirigió al pueblecito y buscó la casa. Observó que este señor se levantaba a las cinco de la mañana, cuidaba de su mujer enferma, ordeñaba las vacas, despertaba a sus hijos, les preparaba el almuerzo y los llevaba a la escuela. Trabajaba en el campo y se preparaba la comida. Volvía a cuidar a su mujer y seguía trabajando en el campo hasta el anochecer. Nárada no veía ningún signo de grandeza ni de devoción, y se decía a si mismo: “no hace yoga, no medita. No veo imágenes ni deidades en la casa, ¿como puede ser?”. Nárada creyó que Vishnu se había equivocado y volvió a pedirle. Vishnu le respondió: “Vuelve y observa bien, ¡este es mi devoto más cercano!”- Nárada volvió a la tierra y observó que de buena mañana, cuando se levantaba, salía fuera y, mirando hacia el cielo, repetía: “Narayana, Narayana, Narayana” (Narayana es un nombre de la divinidad, del Absoluto) y a continuación empezaba las actividades hasta muy entrada la noche cuando, agotado, volvía a mirar el cielo y con emoción repetía otra vez: “Narayana, Narayana, Narayana” con un fuerte sentimiento de entrega y plenitud.
Esta persona tenía una actitud que lo acompañaba siempre. Incluso inmerso en la actividad mantenía el reconocimiento de la esencia. Entonces, no se trata de hacer muchas cosas ni de forzarnos a hacer pocas. Se trata de reconocer lo que ya somos, sin la tendencia de querer obtener. No tenemos que obtener nada. Esto es lo que más le cuesta a la mente.
Por qué siempre queremos, buscamos, esperamos…
Sí. Tenemos que observar sin buscar. Con una observación pasiva pero activa a la vez. Ganar presencia. Observarnos con presencia.
¿Y por qué cuesta tanto observarnos y estar presentes?
Este es el gran juego. En la mitología hindú se explica que es el mismo Absoluto que juega a olvidarse de si mismo y a reencontrarse. El poder del Absoluto es muy grande y tiene muchos medios para manifestar distracciones.
Decimos muy rápidamente que nos tenemos que observar a nosotros mismos, y parece que pueda ser muy fácil, pero no lo es. La mente es un pensamiento tras otro, una distracción, una emoción…
Pues sí.
Una vez Rama le preguntó a su Maestro Vasishtha: “¿cuánto tiempo puedo tardar en darme cuenta de lo que Soy?”-
Vasishtha le respondió: “un abrir y cerrar de ojos”-. Un instante, tan sólo un instante.
Pero, a pesar de que puede ser un instante, a menudo vemos personas que durante muchos años meditan, hacen yoga, son vegetarianas, leen textos, se purifican… Todo para llegar a este instante de reconocimiento.
¿Y de que depende que puedan llegar o no?
Depende sobre todo de la intensidad de nuestro propósito. Muchos de nosotros decimos: “Yo quiero ser libre”. Quizás queremos ser libres, pero a menudo estamos absolutamente aferrados a nuestras limitaciones. Entonces, ¿qué deseo de libertad tenemos? Lo decimos muy fácilmente y suena muy bonito. Esto es lo que pasa en el camino espiritual. Muchas personas piensan que están en el camino espiritual, pero tienen un lastre tan pesado de su “personaje”, que hace que no pase nada o muy poco en su proceso. La mente del “personaje” siempre está en la dualidad. Este reconocimiento de lo que hablamos, en realidad es como la muerte, nos damos cuenta que no somos el “personaje” limitado. Morimos internamente, simbólicamente. Llegamos a distinguir que en realidad nuestra esencia es trascendente. Y esta es la gran liberación.
¿Cómo cuando eres niño que no sabes quién eres y no tienes miedo?
Los niños viven en un estado más libre en cierto sentido. Es muy bonito observar a los bebés, parece que estén dentro de un mar de conciencia. El personaje todavía no está, pero el conocimiento tampoco. Es cómo cuando nosotros estamos en un sueño profundo y nos sentimos en paz. En sueño profundo sólo hay descanso. Es un espacio oscuro, pero descansamos de todas las nociones. Como no hay conciencia del “yo” tampoco hay conciencia de “el otro”. Porque cuando la conciencia se manifiesta lo hace de forma dual: yo y el otro (aham-idam).
En el estado de sueño con sueños, experimentamos el mundo dentro de nosotros, también hay un “yo” (la noción de la individualidad) y “el otro” (el universo o la realidad externa). En cambio, en el estado de sueño profundo el “yo” entra en estado causal, y “el otro” también; por eso experimentamos un gran descanso. Pero en el estado de sueño profundo no hay conocimiento. El bebé está en un estado muy expandido pero sin casi conocimiento. El sabio, la persona de conocimiento, es como un niño pequeño pero con toda la sabiduría, es decir, sabe quién Es.
¿Y cómo adquirimos este conocimiento? ¿Leyendo muchos libros, meditando, aprendiendo de personas con sabiduría?
El conocimiento del que hablamos surge de uno mismo, no es el conocimiento de otros. Es el conocimiento de lo que eres. Tradicionalmente se adquiere siguiendo un camino, una enseñanza. ¿Por qué? Porque la mente está aferrada al cuerpo, nuestras ideas, nuestras impresiones, nuestros impulsos. En el hinduismo se sigue a un maestro, un camino, una enseñanza que poco a poco te van abriendo a la Realidad. Y esta Realidad se va haciendo cada vez más clara y presente. Hay que seguir al maestro y las pautas del camino hasta que te estableces en él. Para algunas personas puede ser cosa de meses y para otras la tarea de toda una vida. A veces, este reconocimiento puede venir en el momento de morir y la muerte acontece entonces un gran momento.
Y ¿cómo sabes que estás en el camino?
Primero, ¿sigues un camino? ¿Sigues una enseñanza? ¿Sigues a un maestro? Sabes que estás en el camino porque poco a poco te sientes más pleno y menos afectado y dependiente de lo que es externo.
Sabes que estás en el camino porque poco a poco te sientes más pleno y menos afectado y dependiente de lo que es externo
Normalmente los seres humanos dependemos de muchas cosas: de lo que piensen de nosotros, de que nuestras relaciones vayan bien, de tener ciertas cosas… Pues, cuando eres cada vez más independiente de todo esto, quiere decir que estás en un camino adecuado. Cuando hay un contentamiento y una joya que no viene de fuera sino que viene de dentro, quiere decir que el camino va bien. A pesar de que, a veces, en el camino también hay fases de crisis, fases de movimiento, de cambio interno. Pero en general vas sintiendo más gozo, más plenitud… Y, sobre todo, menos deseos, que quiere decir más libertad.
Ahora hay mucho movimiento en este sentido, ¿no? Muchas personas buscando su camino.
Sí. Si nos fijamos en la generación de la posguerra, por ejemplo, había un deseo general de volver a crear riqueza y solidez económica, puesto que en la posguerra se vivió mucha pobreza. Este fue un hito para mucha gente e hizo que hubiera un gran crecimiento económico. Ahora muchos jóvenes no han vivido ninguna carencia. Entonces, si no me falta nada y no soy feliz, ¿qué es lo que pasa? Tengo de todo y además me regalan el último modelo de teléfono, puedo hacer fotos, grabar vídeos, y aún así no soy feliz y no me siento pleno. Y la mayoría de gente, ¿que hace? Seguir obteniendo más cosas o hacer cosas más extrañas; se tiran y hacen “puenting”… y cada vez buscan algo diferente que los distraiga para intentar cubrir este vacío. Pero si estamos un poco despiertos, diremos: “Quizás lo que estoy buscando no es algo externo en mí, quizás lo que quiero descubrir está en mi interior”. Este es un momento muy importante en nuestra vida. Un momento de crisis existencial que nos puede hacer cambiar nuestra visión de las cosas. Si esto no se da, podemos ir siempre locamente hacia fuera. Hay quién busca tener relaciones, hijos, más dinero, más poder social… mil cosas. Todo es la misma búsqueda, todos buscamos la joya y la plenitud, pero externamente no la encontraremos nunca. Podremos encontrar el placer, pero no la joya permanente. Mucha gente puede haber llegado a este punto de no encontrar la plenitud en nada externo y está en esta búsqueda. Pero ¿hasta qué punto queremos irnos sacando todas las falsas identificaciones que traemos? Porque tenemos muchas ¡y de todos los colores!. Eso sí que dependerá de nuestra intensidad y de las ganas de llegar al fondo de todo. Hay que decir que actualmente hay una moda y un gran mercado de “pseudo-espiritualidad”, pero también es cierto que hay gente con ganas de conocerse más profundamente.
Debes de hablar con mucha gente afligida o que sufre.
Todo el mundo está afligido. Incluso el más contento. Es parte de la condición de identificarnos con algo finito: mientras estamos aferrados a la limitación y a la finitud, hay sufrimiento.
Bien, quizás es la manera de reconocer la felicidad.
Exacto. ¿Qué hacemos? Buscamos el placer y el gozo e intentamos evitar lo que nos produce dolor y sufrimiento. Pero el dolor siempre nos llega de una manera u otra. Estamos en un mundo cambiante, en el que todo es transitorio y efímero. No nos podemos aferrar a nada. A la mente le gustaría que ciertas cosas no cambiaran, como por ejemplo, la persona que quiero; me gusta así, pero dos años más tarde ya no es la misma, ha cambiado, y sufro. Constantemente tenemos estas expectativas inacabables. Todo lo que tiene nombre y forma es un mar de cambio. Y hay que vivir en este mar de cambio buscando en nosotros la realidad eterna que no cambia.
Y cuando te encuentras ante alguien que sufre, ¿no te gustaría ser un mago y liberarlo del dolor?
Sí, claro. Pero incluso en el sufrimiento de esta persona hay un espacio de no-sufrimiento. Y si es capaz de hacer esta observación, puede encontrar este espacio y todo su sufrimiento se puede volver relativo.
Cuando nos preguntamos el porque del sufrimiento, vemos que en muchos casos la causa somos nosotros mismos y nuestras expectativas. Esta actitud la podemos ir transformando. La mayor parte de las veces el sufrimiento es una construcción nuestra. Hay gente que se aferra al sufrimiento y que no lo puede dejar. Podríamos vivir sin sufrimiento o con un mínimo de sufrimiento. Pero el cambiar de actitud tiene que surgir de dentro.
La mayor parte de las veces
el sufrimiento es una construcción nuestra.
Hay gente que se aferra al sufrimiento
y que no lo puede dejar
Dicen que cuando sufres, físicamente segregas unas hormonas que pueden llegarte a enganchar.
Sí. Es como aquella madre que sufre si te vas de España, sufre si vives en España, sufre porque trabajas demasiado y también sufre si no encuentras trabajo. Hagas lo que hagas siempre sufre. A menudo esta persona puede haber “solidificado” el sufrimiento, se identifica y acaba siendo parte de su personaje. Hay que vivir un despertar para poder ir más allá y sentir de una manera más expansiva. Pero hace falta la voluntad de la persona. Sin esto es muy difícil.
Debemos hacernos responsables…
Sí. Ciertamente, el maestro nos puede enseñar un fruto, pero quien se lo come es cada uno de nosotros. Tiene que existir en nosotros esta voluntad de cambiar y de trascender la limitación.
Y la gratitud, ¿como nos puede ayudar?
Cuando más ves este plano manifiesto como lo que realmente es, si lo ves como el baile de la conciencia, como una expresión libre de alegría, más aflora la gratitud. A veces mirando al cielo, a un árbol, a un pajarito, te puedes echar a llorar de gratitud. De tan perfecto que es todo. Gratitud por la inmensa perfección que existe en todo y siempre. Mira tu cuerpo, su funcionamiento. Cuando lo observas con gratitud es muy emocionante. Esta gratitud la podemos hacer llegar a los demás. Gratitud por nuestros padres, nuestros hermanos, por la gente que nos ha acompañado en nuestra vida. Cuando tenemos un plato de comida ante nosotros, estamos ante el esfuerzo de quien ha plantado las semillas, de quien las ha regado y las ha cosechado, de la lluvia, el solo y el viento. Hay que recuperar el sentimiento de gratitud y de la sacralidad de la vida. Hoy en día hay un fuerte condicionamiento que nos lleva a vivir como si sólo fuéramos entidades aisladas.
Hay que recuperar el sentimiento de gratitud
y de la sacralidad de la vida
Bueno, cuando hay un intercambio monetario ¡damos las gracias!
Exacto! Desgraciadamente vivimos en un mundo económico. Es un reduccionismo total del ser humano. El hombre moderno tiene que recuperar la cosmovisión, tiene que volver a sacralizar su vida. Sacralizar los detalles de la vida: cómo cuidamos a nuestros hijos, como los llevamos a la escuela, como hablamos con nuestros empleados y cómo actuamos en cada momento. Sacralizar toda actividad. Entonces la vida cambia. Éste es el cambio interno. Es decirnos: “no quiero vivir como me dice la televisión o la radio, ¡no me lo creo!”. Dejar un espacio y hacer este cambio.
Yo me siento agradecida por este rato charlando contigo! Antes de despedirme querría que me explicaras algo sobre el libro que has escrito.
El título del libro es “El hinduismo” y también se ha publicado en español. Es una introducción a la tradición hindú. Los Vedas, los Upanishads, el Mahabharata, el Ramayana, la Bhagavad Gita, los Dharma Shastras, la sacralidad de la vida, los samskaras o rituales de paso, el peregrinaje, el templo y la peregrinación, las festividades hindúes son algunos de los capítulos del libro.
El libro expone la esencia de la cosmovisión hindú. Es un libro del cual estoy muy contento por el proceso que significó el hecho de escribirlo.
Has escrito un libro, y el árbol ¿ya lo has plantado?
Unos cuántos sí, en la India. He plantado árboles en varios ashrams donde viví. Aquí en Cataluña ¡ya plantaré uno!
Cristina Jané